Lac de Lhurs





 Una actividad que lleva mucho tiempo durmiendo en la carpeta de proyectos, ha despertado. Quizá sea ahora el momento de realizarla. Preparadas con mimo, las mochilas van llenas de friends, cintas, magnesio, mosquetones, cuerdas... Ilusiones. Por fin esa reseña, va a pasar de las pendientes, a las realizadas. Queriendo aprovechar las horas más frescas del día, o que cuando caliente el sol nos pille muy arriba con gran parte de la labor hecha, decidimos dormir cerca del pie de vía.  El suelo está empapado para vivaquear. Dentro del coche, la postura es incómoda. Uno dentro y otro fuera, dejan pasar las horas más oscuras. Pronto, demasiado pronto suenan las alarmas. Un desayuno nutritivo, y mochilas al hombro. 



La oscuridad da paso a la claridad, no a la vista. Las nubes han caído sobre el suelo, y caminamos como flotando entre ellas. La pista ancha impide salirse del camino, pero no deja verlo. Ascienden y ascienden los pasos, uno tras otro ganándole metros a la altura para no llegar al destino esperado. Habiendo dejado atrás la entrada, por no haberla visto. Los poros de la piel rezuman sudor empapando las ropas por dentro, y las nubes pegadas a la piel hacen lo mismo por fuera. El calor es a veces insoportable, el de dentro y el de fuera. En una parada, reponemos líquidos para volver a sacarlos en cuanto reanudamos la marcha. El poco paisaje que alcanzamos a ver, ha pasado de bosque a prados salpicados de roca, pequeñas, grandes, enormes. Un círculo de luz queda a nuestras espaldas, y el espectro de broquen lo estamos esperando al llegar a chapotear en las orillas del lago. Al levantar la vista, apenas quedan nubes por encima de nosotros, pero no es esto lo que queremos ver.



Vuelta atrás a buscar la puerta de entrada a lo que sí queremos encontrar. El camino sigue marcado de nuevo en el bosque, es imposible salirse. La cascajera que andábamos buscando aparece entre las nubes. Remontamos entre piedras sueltas que nos hacen retroceder más que avanzar, y a fuerza de piernas y equilibrio, las hierbas altas, empapadas por la niebla, empapan las zapatillas, los calcetines, los bajos de los pantalones absorben agua con avidez dándole más peso al que hace rato que porteamos. Desilusión es la palabra que se nos refleja en las caras. El objetivo se va a quedar de nuevo metido en el cajón. Con tanta agua en la roca, eso será una pista de patinaje, en la cual no apetece deslizarse. Aquí se queda a esperar los rayos del sol, y siempre tenemos tiempo para volver.

Te preguntarás donde está, donde hemos ido. El Lac de Luhrs está debajo de la cara norte de la Mesa de los tres reyes, partiendo desde Lescún. No te puedes perder, ni te lo puedes perder.











Aguja de Bachimaña. Espolón Edu D+ 250 m.

 



Tres patas pa un banco. Tres paquetes escalando. 
O no nos lo contamos todo, o no nos escuchamos. Dos suben todo el material, uno espera fresco a pie de vía. Desde el Balneario de Panticosa no se ve, pero sabemos que está ahí. La hemos visto otras veces cuando andurreábamos por los alrededores, siempre a la sombra de los más grandes, y al ser tan "pequeña" ni tan siquiera una mirada recibía. Desde el refugio de Bachimaña, si se ve, pero siempre teníamos aspiraciones más grandes. Tresmilear, y cuando ya están todos hechos, entonces empiezas a mirar alrededor. El petit Dru de Panticosa he oído. Quizás sea cierto que tenga alguna similitud con la famosa aguja, salvando las distancias.






El espolón Edu, 250 m. de escalada sostenida con un grado bajo. Muy disfrutona, sobre todo para ir aprendiendo a manejarse en el arte de "meter" friends. Y con los amigos empezamos a intentar recorrer esta montañita, una pila enorme de piedras superpuestas desafiando la gravedad, con la comodidad de no tener pasos expuestos ni espacios donde te puedas detener a algo más que a escalar. La cabeza trabaja liberada. Dos cordadas de supertortugas nos preceden. Han entrado por la original, pero para mi gusto, la cuerda roza demasiado. Se podría haber evitado con unas cintas generosas, pero chillan y gritan que no corre, que les pille el compañero, que recupere cuerda...
Entre esta entrada y la entrada norte, hay una especie de diedro canal, que es el que más me gusta, ya que discurre recto a la línea que dibuja el espolón, y por el me voy, por no esperar más, por ver quien grita al otro lado de la cuerda de la cordada que va delante.





Con los gatos de no escalar me voy para arriba, intentando disfrutar del sol que no calienta demasiado, y del tacto de la roca. Es un granito muy bueno, en el que la adherencia esta garantizada. Recorro los cincuenta metros aproximadamente del inicio del espolón, con ganas, casi demasiadas. 
¿ Por que estoy aquí?, por que no estoy en otro lado, por que me apetecía explorar esta vía, y aunque me resulta muy sencilla, quiero hacerla como primera toma de contacto con esta bonita aguja.
 Llego al emplazamiento de la reunión, que me la marca la cordada que va delante, y monto la mía, sin molestar, con friends. y voy a traer a mis compañeros. Tampoco les cuesta a ellos llegar hasta  donde estoy, y ya veo reflejada en sus caras, la satisfacción que les da recorrer el mismo camino que les he marcado. Reposamos este primer largo, dándole tiempo a la otra cordada a que se aleje. Dejando distancia. Hay un largo muy pequeñito, de transición, de II grado, que hacemos con la cuerda al hombro para colocarnos debajo, ahora si, del espolón. Por delante otros cuatro largos, que nos llevarán hasta arriba. Txema quiere, tiene ganas, y enseguida se nos pierde de vista. En la reu, mientras aseguramos y contemplamos el paisaje la conversación es animada.







Miguel también está deseoso , está valiente, y los siguientes dos largos se los disfruta de primero, como un chabalico con zapatos nuevos. Colocando los seguros donde estima conveniente, se hace estos casi últimos metros, con una gran sonrisa. Se nota que lo vive y lo goza. Al irnos recogiendo, aprovechamos los pasos mas verticales y con más patio, para darle un poco al postureo. Que suspiren las redes...






En el reparto de largos, Txema vuelve a pedir su turno, y de nuevo se va. Es el último de la vía. 
Que podíamos haber salido antes, pues si.
Que podíamos haber ido más rápidos, pues si.
Que no tenemos prisa, pues si.
Que la hemos disfrutado como si fuese la vía de nuestra vida, pues también.
Nos quedamos arriba, saboreando la brisa que corre, las vistas, el bocata, el trago de agua. Echamos unas risas, y vemos a las dos cordadas que teníamos delante, bajar ya por los destrepes. Buscamos la salida en este caos de piedras apiladas, y con cuidado descendemos de nuevo hasta la base. Una mochila se ha quedado allí, con lo que hemos pensado que no sería de utilidad. Un largo descenso hasta casa de piedra, nos hace sentir sed. Una jarra refrescante es la recompensa.