ESPOLÓN DEL GÁLLEGO + ESPOLÓN FUERTES. 470m. 6a+/V obl./A0

 






El plan era distinto, el plan era otro, pero siempre los planes están para romperlos, y eso es lo que hicimos...romperlo.
Solamente romperlo, no destrozarlo, por que parte de ese plan, era escalar. No la vía que al final escalamos, era otra, que volvió a la carpeta de los proyectos, a esperar una nueva ocasión.
Peña Rueba. 
Cuanto tiempo costó que intentase subirme por sus enormes piedras. Ni lo se. 
Siempre a Riglos, siempre a Riglos. 
Un día de hace mucho, quebramos esa costumbre, y nos quisimos subir por ese espolón.
Lo conseguimos, a medias. 
El espolón fuertes, no nos daba la confianza necesaria. Quizá por que la roca no la veíamos neta, quizá por el enorme buitre que parecía esperar nuestra llegada. Nos fuimos. Sabíamos que no se movería. "Solamente" hicimos el espolón del Gállego
Dicen que los escaladores, no lloran. Lloré mucho ese día, tenía motivos . 
Los primeros diez largos de cuerda seguidos, vía más larga hasta entonces.
Peña Rueba primera vez.
Viento enloquecido que arrancaba las lágrimas.
Lloré un océano de emoción.

Hoy Jesús me anima a repetir la vía, y a intentarla hasta arriba. Casi nos llegamos a perder, y a no encontrarla. Comenzamos desde el aparcamiento que queda en línea casi debajo de ella. Un ratito de pista y otro de camino, nos guían. En la bifurcación del camino no vemos la flecha indicativa, y nos vamos a Tierra de Dragones, donde se afanan varias cordadas.
Nos cuesta un poco, muy poco dar con la entrada.








El baile vertical, es placentero. La roca sana, el viento quedo, los rayos del sol, no calcinan. El siempre espectáculo del gállego a los pies, se va haciendo cada vez más fino. Llegan los aullidos de los que flotan en sus aguas en barcas de rafting. 
Nos preguntamos, - ¿Quién está mas a gusto? -  
Nos contestamos, - ¿Lo dudas? -
Algún buitre tapa el sol con su sombra un instante, vuelan a cientos sobre nuestras cabezas. 
Tan solo el tintineo de las cintas colgadas del arnés, el chasquido de los mosquetones al cerrarse atrapando la cuerda, y la piel contra la roca, es el sonido que acompaña la escalada.
Largo tras largo, relevándonos en cabeza de cuerda, hablando más con los ojos que con palabras, hacemos la primera parte del espolón. A partir de ahora, es terreno desconocido para los dos.




No nos hemos enterado del largo duro, el que cotan como 6a/6a+. ¿Tan fuertes estamos?
Creemos que no llega a tanto. Decotando vías. 
El resto del espolón, quizá tenga menos chapas donde asegurarte, quizá estén más alejadas, pero cordinos, se ven muchos, como echando una mano por si vas justo. La roca no es tan neta como antes. Hay que escalar con más cuidado, para no quedarte con alguna piedra en la mano, en el momento en el que tiras de ella.
Al mirar atrás, por encima de la mochila, el paisaje se hace grande. Los Mallos de Riglos, vuelven a desafiarnos con toda su belleza, el reino de la verticalidad vuelve a llamar a gritos. Pronto, muy pronto.
De momento centrados. 
Buscando la salida. Ésta queda junto a las nubes.






Desaparecido el vacío bajo los pies, se llegan a ver los aparcamientos bajo los Mallos. De nuevo nos damos la enhorabuena, por haber venido aquí. La catedral de los bolos, el reino del vacío, al parecer está lleno. Imaginamos cordada tras cordada, como tantas otras veces, recorriendo los mismos caminos, y disfrutamos de la soledad.
Un nuevo itinerario de bajada, ha aparecido junto al camino. Un poco reticentes al principio, nos dejamos llevar deslizándonos, y nos va a ahorrar más de una hora y media, de frotarnos contra los romeros, y las escobas.
De nuevo las cosas han salido bien. Me encanta que los planes salgan bien.