CERVINO - MATTERHORN 4478m. ESTANTERÍA DEL RECUERDO 2010



Y parece que fue ayer...
Mas de veinte años rondando en mi cabeza. 
Fotos, artículos, más fotos... conversaciones...
- ¡ Este verano... o el siguiente.. o el próximo...
El Cervino, por que solamente se llamaba así, Cervino, como un ratón en mi cabeza, royendo todos los días, convertido en una obsesión.
En el verano de 2003, tuve la dicha de verlo personalmente, por su cara Suiza, con esa nube pegada que no me dejaba disfrutar de la estampa completamente. Más de dos carretes de fotos.
Fue como el pistoletazo de una larga carrera. En los años siguientes, volví varias veces a verlo, incluso una de ellas, a tocar sus faldas. Una por Italia, dos por Suiza...siempre había trampas en el camino, que impedían el intento.
A finales del verano del 2010, después de una expedición a las montañas del pamir, llega la ocasión de volver a intentarlo.
 Viaje de fin de semana, hasta Tasch.
Dormir en el parking,  taxi hasta Zermatt y teleférico hasta Schwarzsee.... por cuarenta y siete francos suizos, un veintiuno de septiembre, a las 11 de la mañana.
La mochila llena de ilusión, cuerdas, crampones, saco de dormir... quien sabe si nos tocará picar un vivac... ropa de abrigo, algo de picoteo, etc... y muchas ,muchas ganas de medirme con el, de intentarlo de verdad
Hornlï, el refugio-hotel, esta cerrado. En su terraza, algún trekker disfruta del sol.
Uno de los que vamos, decide retirarse en este punto, y sin pararnos, continuamos.



El primer muro, me impone. Varias docenas de placas, recuerdan a muchos desconocidos. No quiero que mi nombre esté en esta lista, los  pelos se me erizan, pero creo que es la emoción del momento. La veo completamente lisa, pero al acercarme a acariciarla, compruebo que no hay tal lisura, que es  accesible, y con el gesto de agarrarla, comienza el viaje hacia sus alturas.
Al principio, no es necesario desplegar las cuerdas, el camino se ve pisado, y la progresión, es fácil, aunque las manos están prácticamente pegadas a la roca.



En algunos puntos, apenas diez o doce metros nos separan del filo de la arista de Hornlï, en ocasiones, vamos a navegar por su filo, al borde de la cara norte.
En medio de esta vasta extensión de roca ascendente, un camino pisado, muy fácil, te invita a que lo sigas. Te dejas tentar, como Ulises por las sirenas, y te dejas llevar..y comienzas a trepar, cada vez más descompuesto, más tieso, y paras, y piensas, y miras hacia abajo, y miras hacia arriba, y das otro paso, y vuelves a mirar hacia arriba, y  hacia abajo, y de repente miras hacia dentro de ti mismo, y te preguntas... y te respondes, y al mirar de nuevo hacia arriba, ves un clavo, y te vuelves a preguntar...
- ¿ la ruta es esta ?
- ¿ es el desembarque de un embarque ?
Lo dijo Rebuffat, - ¡ maravilloso montón de piedras, vertiginosas pilas de platos!
Todo se mueve en esta montaña.
Mil dudas pajarean a tu alrededor. Te contestas.Te decides. Es el desembarque de un embarque. Estas seguro. Has visto a tu derecha, más cerca de la arista, algo que te ha dicho que el camino correcto esta allí, no aquí,  te bajas como puedes, y continúas y aciertas. El compañero hace rato que ya no existe. El dolor de cabeza no le deja pensar,solamente se mueve, no habla, pero no quiere bajar, mejor para mi, me encuentro bien, y egoistamente, sigo hacia mi sueño.





El horizonte, crece bajo mis pies. El paisaje es impresionante, más si cabe, desde esta altura.
Maromas para indicar el camino, y allí arriba, ya se ve la cabaña de Solvay. Estamos cerca de los cuatro mil metros. El día sigue radiante, la temperatura no es fría. Que agusto, que disfrute en estas laderas. La placa que da acceso a la cabaña, es sencilla, a pesar de todo lo que había oído hablar de ella, y está muy protegida. Son apenas las cinco de la tarde, y es sol está próximo a esconderse no por el horizonte, si no por la otra arista, la que da al sur. La de Furggen. Estamos solos en este lugar.
El helicóptero ha pasado hace cinco minutos, siguiendo toda la arista , tan cerca , que se ve la cara de los pilotos. La temperatura se cae de repente, y ese hilo de agua que queríamos aprovechar... se congela. El frío muerde con fuerza. Dentro no se está mucho mejor.  No tendremos agua, hasta que  derrita el sol, y me ha anochecido muy pronto.



Un guía nos increpa, cuando todavía tenemos las legañas puestas.
Otro se muestra muy amable. Detrás viene quien se quedó abajo. El guía amable a dejado que le siga. En dos horas, han completado un recorrido que nos llevó cuatro y media. Ahora somos tres. Dos no piensan, no hablan, solo se mueven .
La norte acojona.
 Cae a pico desde los diversos sitios en que nos podemos asomar. Una escalerilla metálica a modo de estribos, hace más fácil el paso . Entramos en la rampa final de la norte. Hay que poner crampones.  Las colas de cerdo, ayudan a asegurar. La respiración, se agita, será la emoción. El suelo está duro, hay que tener cuidado. Clavar bien los crampones. Por aquí se cayeron los pioneros. Un santo de metal, nos sale al paso. San Cervino ?  San Matterhorn ?  San ?
Unos pasos más, y estamos en la cumbre Suiza. Que emoción. Que temblores de felicidad, pero quiero llegar a la cruz, a la cima Italiana. El filo de cuchillo que se extiende ante mis ojos, acojona más todavía que toda la ascensión. En algún punto, no tiene más de medio metro de anchura, y a los lados, cae toda la montaña. Son las 11 de la mañana. El espectáculo que se extiende a mi alrededor, impresiona. Nada hay  por encima de mis ojos.
145 años, 2 meses y 7 días mas tarde que la cordada de Whimper.
El sueño se ha hecho realidad.





La mitad, está echa. Ahora es cuando me acojono de verdad. Subir es muy fácil. Bajar ... 
Comienzo a asegurar a mis compañeros.
Un largo de cuerda, ellos paran, y  destrepo.
Un largo de cuerda, ellos paran y destrepo, 
Un largo de cuerda, ellos paran y destrepo... así durante doce horas. Siete horas de escalada ascendente, y doce de descenso.
 La garganta apenas puede emitir sonidos. Está hinchada por la deshidratación. Un batido de chocolate ha sido el único líquido que ha caído por ella, desde ayer a las cinco de la tarde. Aprovecho los aseguramientos, para apoyar la botella en alguna gota que resbala por la piedra, y recoger agua. El ansia puede más, y cuando hay dos gotas, me las bebo.


1200 m de desnivel descendente, y la noche nos pilla antes del final. Hacia las 9 de la noche, ya en el buen camino, encontramos a una cordada alemana. Les invitamos a acompañarnos hasta abajo, pero declinan la invitación. Aparecieron a las tres de la mañana.
 Hacia las 11 de la noche, entramos en la parte libre del refugio de Hornlï, y nos embutimos en los sacos. Estoy destrozado. Solamente quiero dormir, pero mi cabeza esta en abullición. Repaso los momentos de los últimos dos días, la subida y la bajada. Al cerrar los ojos vuelvo a ver los cien mil momentos de este sueño. Estoy satisfecho. Estoy contento, de haberlo subido, y haberlo bajado, de poder contarlo. Soy feliz. Y de repente me pregunto... - ¿ Y ahora ?

PICO DE OTAL 2701 m.



Con la cabeza cruzada, sin tenerlo muy claro.  
Con el acojono todavía metido en el cuerpo, después de una rara experiencia un par de fines de semana anteriores... De nuevo nos ponemos en marcha, para una nueva experiencia invernal... 
Seguir andando para seguir aprendiendo.
Tenemos propuesto el Pico de Otal, desde Bujaruelo. 
Los fantasmas del pasado reciente, siguen revoloteando en mi cabeza.
La cuesta comienza descomunal, tapizada de hojas caídas... como en otoño, pero en invierno, y muy, muy tiesa...   El frontal nos engaña en la perspectiva, las referencias son nulas, y todo esto lo sabremos a la bajada, cuando la luz del día este orgullosa de ser día.   Ascendemos por esta senda, escoltados por arboles, de esos que no te dejan ver el bosque. 
 Un poco más allí, todo está oscuro.  A duras penas vemos la punta de las botas, escondidas en el suelo, y vamos ganando metros.
Por fin se cuela entre las copas, una luz difusa... apagamos las luces artificiales, y adaptamos los ojos a lo que va a  ser un nuevo día, radiante nuevo día. Ya el bosque vamos dejando abajo, entrando en las distintas nieves caídas, y están como el mármol. Es buen momento para calzarnos los crampones. Creo que esta es una de las pocas veces, que nos los calzamos cuando lo tenemos que hacer, no más tarde, como siempre. Apenas muerden los dientes. Está como el cemento.  La huella está vagamente definida, y la seguimos con ganas, hasta que se sube por un contrafuerte con fuerte pendiente. No sé a quien se le ocurre pensar, que hay que seguir por el fondo de este valle suspendido. No hay huella, pero parece ser que la mente más clara dirige al resto del grupo, hacia ese collado que se ve muy lejos y muy alto, allí al fondo.
En el intento de ver esa huella por donde sube, por donde " anda"... me quedo solo. 
No atienden ni a los gritos, ni a los pitidos del silbato mochilero. Estamos separados `por unos cientos de metros, de desnivel, y de distancia. Como los caminos son casi paralelos, relajo. No me apetece volver a bajar para volver a subir.
Es en este momento, cuando ante la vista de lo que tengo delante, interiorizo conmigo mismo. 





Todos mis sentidos, se agudizan... saboreo el aire que corretea a mi alrededor, el olor a nieve, el tacto del sol, el gusto del caminar, el reflejo del sol en la nieve achina mis ojos, el sonido de los pinchos en la huella, la grandeza del paisaje, y me lo voy comiendo solo, acompañado de mis pensamientos. En contadas ocasiones, veo a mis compañeros, ellos siguen allí abajo, apenas ganando altura, y cuento, 1,2,3... están todos....



Llego a la pala final, y hago una parada. Como, bebo, y espero..... 10 minutos, 20 minutos, media hora... y no llegan. Un contrafuerte a mis pies, me impide verlos, pero sé que por ahí vienen, y vuelvo mis pasos hacia la pendiente. No existe huella, ahora hay que fabricarla, y pongo en marcha esa fábrica, y comienzo a clavar las puntas de mis crampones, en una sucesión de escalones, hacia arriba.
Esto se empina cada vez más... Zetas para hacer el ascenso más agradable, escaleras cuando el piso está más duro, y piensa en los que vienen debajo, traza bien la huella, para que sea accesible a todos, que no pueda existir un error, que nadie se caiga...




Apenas diez metros nos separan de la cima. Apenas diez metros, en los que una cornisa cuelga al desnivel de una larga canal, que te baja de repente un buen montón de metros. De nuevo el fantasma de la excursión pasada se mete en mi cabeza. De aquí no pasamos, y organizamos un debate de pros y contras. Andando, andando, vamos aprendiendo, y algo parece que aprendemos de montañismo invernal. Todos los comentarios coinciden. La cornisa puede ser en este caso una ratonera. Bajamos.. Bien. Decisión unánime. Bien. Despacio salimos de esta arista afilada, y con tiento bajamos. Paso a paso, sin prisa. Los miedos parece que se van quedando arriba, y el buen hacer, baja con nosotros.




Felicidad.... Hoy es el día de los sentidos, armonía, tranquilidad... Vamos perdiendo altura, ahora si, todos por la huella … ¿ la de verdad ?... ¿ cual era la buena ?. No importa.