Pico Soumcuoy . 2.315. Desde arette.

 



Hay finde, hay ganas, hay nieve, hay gente, hay meteo, hay...

El mayor opositor a las estaciones de esquí todavía intenta escapar a su llamada, y al parecer va cayendo despacio, sin ruido, en sus redes.

Se junta cuadrilla con ganas de esquiar. El se niega a pagar, a usar los remontes. 

La montaña para el que se la trabaja. 

- Yo subo foqueando. 

- Te acompaño. Hasta el Soumcuoy....

El que sabe, el que enseña, el que aprende, el resto se van hacia las taquillas. Cada uno que haga lo que quiera. El recalcitrante no. Ese foqueando. Mas le vale que alguno le acompaña....

Un poco acojonado por la gente que baja, y con cuidado de no meterse en medio de las pistas, la pista roja se le hace muy cuesta arriba. Quizás demasiado. Ha tenido suerte de que las pieles agarran bien y no patinan. También de que no haya hielo.

 Las cuchillas se han quedado abajo.

 Casi mejor. 

No sabe ponerlas. 

Le mola el esquí sin pistas, sin remontes, pero no tiene ni puta idea de esquiar. Lleva tiempo intentando aprender, pero sin maestros que le enseñen, sin clases que pagar. Cabezón como el solo.



Ganan altura, se juntan con amigos que bajan como centellas. Aprovecha para respirar. Se le hace eterna hasta que por fin se ve el final. Los telesillas descargan gente sin parar. Un trago de agua como escusa y a partir de ahora, nieve sin tratar, como a el le gusta, o eso dice. Aquí ya no es tan fácil progresar. El suelo cede, no mucho, pero cede a cada paso. Subida y bajada. Agujero para rodear con cuidado, nieve muy dura que hace patinar el esquí al cargar el peso. Cuidado.

La montaña para el que la trabaja. Metro a metro, hasta que sus piernas no aguantan las tablas colgando de los pies. Descabalga y coloca crampones. Bajo el manto hay una traicionera capa de hielo. 

Hace veinte años, en esta misma montaña tuvo un susto de esos que no se olvidan.

 Casi sale volando de la cima a causa del hielo. 

Una rápida auto detención, le libró de salir en la prensa.

Su compañero no lo termina de ver. El viento sopla con fuerza ahí arriba. No entiende por donde seguir, entre la sombra de esa cara norte con el hielo escondido. Apenas quedan unos metros. Ya volveremos otro día. No se va a mover.




Fin de subida. Ahora a disfrutar del trabajo echo. A disfrutar del descenso. Vuelve a colocar las tablas, y comienza el circo. Subir siempre es más fácil que bajar. La nieve se comporta como debe comportarse la nieve.  Dura, blanda, venteada, helada, polvo, costra... los esquís no van por donde ordena, así que se vuelve a descalzar, y ese tramo que no se atreve, lo hace hundiéndose hasta la rodilla...

Al llegar a la pista, se confunde con los cientos de personas que bajan del telesilla, y se convierte en uno más. Su amigo le espera cada cierto tiempo. 

Le parece que su velocidad es endiablada, pero a la hora de la verdad, ve que todo el mundo pasa a su lado en veloz carrera, hasta que una nueva remesa le vuelve a adelantar.

El opositor a las pistas, se ha dado el placer de usar la instalación de bajada, y además disfrutarla.

 Cierra la boca, y calla.