Lore Festa. 220 m. 6a (6a Obligado) Peñas de Larreñigi. EGINO

 



Le dimos vueltas a la vía. Nos daba igual una que otra. En Egino, en la zona de vías largas, una tras otra poco varían. Un poco más tiesa, un poco mas de grado, bien equipadas, casi todas, unos jardines para cruzar si quieres salir por arriba...

Vamos para la Lore Festa. Por que no la hemos hecho, por que a Aritz le toca hoy sufrir y mañana divertirse, por que es mas de agua y menos de roca, pero hoy por ti cariño, y mañana por mi. Miriam va casi flotando, ella es mas de roca pero también es de agua. Yo soy de roca. No me va el agua.

Ni tan siquiera sorteamos los largos. Hay dos 6a. Uno, el primero para mi, y el segundo para ella. Aritz ya verá. 

Ni me lo pienso, y me voy para arriba, estando bien asegurado. El primer largo es un poquito guarro, mucha tierrilla, hasta que esa tierrilla no tiene donde sujetarse ya que el suelo ahora se pone vertical. Incluso yo creo que llega a desplomar un poco. Busco presas que agarrar, y los brazos empiezan a quejarse. Tira mucho hacia atrás, y la mochila a la chepa no ayuda. Cazo un buen agujero con un invertido, y me tengo que subir al árbol. Que hace este árbol aquí? Pues más vale que está, si no, no paso. Haciendo el Tarzán, consigo encaramarme y con un poco más de trabajo de pies, esto es, colocarlos bien en su sitio y hacer fuerza, dejo la verticalidad atrás y salgo a la primera reunión. Aseguro a mis compañeros, y viene Miriam disfrutando. Aritz va tirando de resortes para ganar metros, y aunque alguno se escapa, también llega sonriente.



El siguiente, es un muro vertical de gotas de agua. Formaciones pinchudas distribuidas a lo largo de la pared, de forma que unas sirven para agarrar y otras para caerte. Sus treinta y cinco metros sirven para ponerte los popeyes a gusto. El anterior era de fuerza, y este de continuidad, de resistencia, y también lo sacamos con una sonrisa. Lo del A0, no es fácil. Está equipado para escalar, al menos un poco. Desde aquí, el grado ya baja, pero se sigue disfrutando de la roca y del ambiente, de la compañía y del precioso día que nos ha tocado en suerte.


El sol calienta sin asar, y las placas se van sucediendo en este mar de roca y verde. El suelo quedó muy abajo, y el cielo cada vez es más amplio. Los buitres pasan al lado de las otras cordadas de amigos que escalan casi al lado y de vez en cuando , nos vemos y nos oímos.

Placa a placa, fisura a fisura, agujero y roto nos sirven para buscar la salida. Los 220 m. repartidos en seis largos, nos han servido para salir de aquí, habiéndonoslo pasado muy bien. Una cordada que funciona, y que más se puede pedir. El refunfuñe se quedó muy abajo, y aunque no lo dijo hasta mucho rato después, el también se lo pasó muy bien. 

Mañana os toca agua. Yo seguiré buscando roca.





































Pico la Cruz. 2.192 m. Mampodre. Maraña. León

 



Salgo de escalar a orillas del Mediterráneo, y llego hasta Maraña.
Quiero visitar a mis buenos amigos del albergue La Parada, Carolina y Anselmo. 
Tengo un par de días antes de cumplir con una obligación en Valladolid con la buena gente del club Extraperlo. Prácticamente recorro media península. 

Llegado a Maraña, quise pasear por la Polinosa, sin agobios, sin enfangarme mucho en en la nieve, que seguro me encontraré, y Anselmo cambió mis planes. Vamos al pico la Cruz, mañana, que hace mejor tiempo.




Desayunamos tranquilos, sin prisa terminamos las mochilas. Voy de prestado, ya que no tengo ni piolet ni crampones ni guantes, pero todo entra en la mochila. El día es agradable al salir del albergue, y así creemos que va a estar el resto de la excursión.

 

Un riachuelo desbordado, nos obliga a hacer funambulismos sobre las piedras para no manchar de barro las botas. Algún nevero muy abajo de la montaña ya nos viene a contar lo que habrá más arriba. Nieve hasta las ingles.

 




Desechamos la idea de llegar hasta el fondo del valle, y nos vamos hacia la arista, donde la acumulación será menor, pero a cambio no tendremos el abrigo quedando expuestos al aire. 
Nos lo pasamos como niños con zapatos nuevos mientras el viento, que no es aire, que es viento, juega a querer tirarnos al suelo. La nieve se va convirtiendo en un frágil verglás, al que hay que patear para romper la capa de hielo, y volver a pisar nieve. Las caras nos lo dicen todo el uno al otro. La sonrisa por lo agradable de la situación indica que nos divertimos. La nube a nuestro alrededor nos impide la visión hacia el horizonte, es más, nos deja como mucho una docena de metros de visibilidad.




 En la cima estamos apenas un momento. No hay visión, y hay que encontrar el descenso. Por supuesto no vamos a volver por el mismo camino. Bajaremos por el valle del silencio mediante un rapel de 35 m. en invierno.

Al principio despista un poco. Hay mucha acumulación de nieve en esta cara de la montaña, y tenemos que andar con cuidado. El piolet ha pasado de ir colgado de la mochila, a trabajar eficazmente en nuestra mano.

Las palas son muy empinadas, y marchamos a cierta distancia para que, en caso de que se vaya la nieve, al menos uno quede fuera. Llegamos al punto de rapel, y tenemos una buena instalación. 

¿Quién habrá subido hasta aquí a colocarla?

 Lo dicho, 35 m. medidos hasta volver a tocar nieve. Si hay mucha, menos metros, si hay poca, mas metros.

La laguna del Mampodre, está preciosa toda de blanco y azul. El riachuelo que de ella parte, pinta la nieve con sus curvas y recurvas, y al fondo el pueblo.

A media ladera llegamos al collado que casi en línea recta nos baja al albergue. Ya la nieve desaparece, y volvemos a la hierba anegada de agua de deshielo. 

Una bonita excursión en medio de un paraje de cuento, con una muy buena compañía, en un lugar de ensueño.







































Pany. 240 m. IV+(V+) Peñón de Ifach. Calpe

 




Ahí está, acosado por las construcciones, con las espaldas guardadas por el mar, lleno de visitantes, y ahora también por nosotras. Queremos subirnos por su cara norte, bastante amable. 

Hace ya unos cuantos años subí también por esa cara que le guarda el mar, con una gente que, como dijo Cervantes, de cuyo nombre no quiero acordarme.

Hoy vamos a la primera vía, la original, la que fue pionera en sus paredes. La Pany. La que va buscando lo más fácil.

Una chapa por largo, y en algunos dos. Dos chapas por reunión, y el resto gestiónalo tu con tus seguros flotantes.

Tres cordadas fuimos. 

Una de dos, otra de tres, y otra de dos.




Una  medio lesión sin terminar de curar, alguien que no ha echo largos en su vida y se estrena hoy.

Los miedos necesarios en las cabezas, no son impedimento para disfrutar de esta bonita escalada, que en algunos puntos te exigen total concentración. 

Abierta en 1955, con la diferencia de los tiempos, los materiales, la información, te dan un buen baño de humildad.

Con el lógico acojono, ya que ninguna somos escaladoras de grado alto, vamos colocando nuestros cacharros, donde mejor nos parece que pueden protegernos, y estos entran a placer.

 


 El vacío que se va quedando entre los pies y el suelo motiva aún mas para seguir ascendiendo. Coincidimos en repisas y nos reímos de nosotras mismas, y al volver la vista atrás desde un reposo de la pared, se ve el vuelo entre las gaviotas y el mar.

Caras de estupefacción al llegar arriba entre los muchos paseantes que se atreven con el sinuoso sendero que asciende a la cima. Alguna foto robada con los escaladores de fondo, y las enormes vistas que nos brinda esta hermosa atalaya colgada sobre el mediterráneo.

 La mar, el mar.