Al lado de la carretera que me lleva a Maraña, veo esa montañita.
Una y muchas más veces.
Creo que piensa... otro coche más que pasa.
La conozco, aunque no hemos intimado. Se de ella, pero muy poco. Solamente me limito a mirarla cuando paso, y siempre deseo subirla, pero el plan es otro. Siempre es otro y ahí se queda ella con su indiferencia.
Una y otra vez, los planes son distintos.
Una conversación telefónica con uno de los @Pitisteam, da con un buen plan.
Subirnos al Espigüete.
No importa por donde, ya que por una hay que escalar algo, un poco, por otra es una pedrera, por otra no se que, por otra no se cuanto.....
¡Subir por la arista este, y bajar por la norte!
¿Tu sabes como es eso?
Yo tampoco. Así que me dejo llevar.
Un pincho de tortilla y unos abrazos mas tarde junta al @Pitisteam con, por casualidad, dos Javis, y los cuatro nos ponemos las botas para intentar llegar a su cima.
El inicio del camino entre los ginebros, se empina, y la piedra suelta no le quita valor a los primeros metros hasta llegar a la compacta roca de la arista este. Grupos de gente nos llevan la delantera y se les ve por allí arriba.
Yo que desconozco el camino, quiero intuir por donde va.
No te puedes perder, es una arista, bobo.
Uno de los Javis, el más inteligente, abre la marcha. De vez en cuando se para y mira atrás para ver que distancia le ha cogido a su inmediato perseguidor, y jugando a la parada del hijoputa, le va ganando metros.
La niebla, a medida que ascendemos enmarca la visión y solo trasluce el siguiente promontorio dentro de la arista que nos dice que todavía no llegamos. A los lados el patio desaparece, y los cortados a cuchillo, no dan temor.
Cada uno a su bola, alguna que se quiere subir, un trago de agua, una gominola, una respiración más fuerte en una arista que no es excesivamente exigente, que a ratos se hace larga, que no es difícil pero algún tramo patina, que de repente alguno viene de bajada e intuyes que ya no falta mucho, y entre el suelo y el cielo las botas van restando muchos metros de desnivel.