Picos de Arriel. Pico Arriel (2.824m) y el Petit Arriel (2.683m). Lasarra.

 


Con la primera luz del día, enfilamos las punteras de las botas, camino del puente que cruza la cola del embalse de Lasarra. El suelo está muy duro por la helada nocturna. Del amor del saco de plumas, al frío mordiente de la mañana que ya asoma.

Abrigados y con paso firme, calentamos poco a poco el cuerpo antes incluso que el café del desayuno comience a hacer efecto.

Se intuye desde el parking el recorrido, y durante mucho rato, vamos a dar vueltas y revueltas siguiendo un camino bien marcado hacia el collado de la Soba. Las hierbas frente a nuestras narices, no parece que vayan a terminar nunca, y todas nos parecen iguales.




El sol no llega a calentar, pero no importa, ya vamos nosotros lo suficientemente calientes. 

La cuesta se hace implacable después de tomar el desvío y dejar el camino que lleva hasta el refugio de Respomuso. La senda sube tortuosa por una parte del bosque alfombrada de hojas que nos hace perdernos entre las ramas caídas. Cuesta adivinar por donde irá la senda por las laderas de Soba.



Vuelvo la vista atrás en una parada intentando restablecer una respiración más normal, y me quedo estático contemplando todo el paisaje que empuja la vista hasta el embalse, y se pierde entre los recovecos del valle hasta donde se pierde la vista. El espectáculo empieza a ser enorme.




Alcanzado el col de Soba, hacemos un giro de 90º a la izquierda, y ganamos la cima del Petit Arriel con sus 2.683 m. Ahora si que disfrutamos de las vistas. ¡Que vistas! 

Lagos de Arremoulit, su refugio, donde estuvimos vivaqueando no hace mucho. El imponente Pico Palas, Balaitus y su gran diagonal intuimos que helada, las Frondiellas....

Y el Pico Arriel, que nos llama desde sus casi doscientos metros más de altura, con esa ladera empedrada caóticamente, invitándonos a subir.

No lo pensamos mucho mas. Nos despedimos de los compañeros ocasionales de esta cima, y vamos a por lo que es el objetivo. Culminar las dos cimas de "los arrieles".

Con cuidado, por eso de las piedras sueltas, y por el hielo esparcido por esta cara, apuramos los últimos metros hasta lo más alto. Ahora si que alucinamos con el paisaje. Allí por el horizonte, desde el Annie hasta el Perdido, el Pirineo se nos muestra seco, como de agosto, tan solo manchado por algo de nieve en los "tresmiles".

Ya tenemos hecha la mitad de la montaña. Ahora toca desandar el camino.

15 Km y 1519 m. de desnivel en un día gozoso. Con muy buena compañía.





































Arista de los caracoles. 185 m. 4C. Egino.

 



No se de  quien es la reseña, la he vuelto a mangar, pero la tengo interiorizada de tantas veces como la he hecho. Exagero si digo que han sido mas de 100 ?  

Si, seguramente, pero han sido un buen puñao.

Es viernes de puente, así que un gran amigo, y un amigo suyo, nos damos cita en Egino, junto a la Leze, para pasar un divertido día de escalada. 

Ellos no la tienen hecha, así que casi voy de guía hasta la entrada, y al descenso.

Tira el primer largo, y hay que gritarle que pare, ya que si no, nos arrastra hacia arriba con ese hambre  de escalar que trae. La escalada es sencilla, pero como siempre hay que ir tanteando la roca, y buscando como colocar bien los pies, no vaya a ser que el apoyo se vaya..



Uno un largo, otro otro largo de cuerda, y la distancia al inicio, crece. Entre trepada y trepada, le damos una clase magistral de colocar seguros flotantes al resto de la cordada, y de como gestionar la cuerda para asegurar al segundo y al tercero, que le dejan sonriendo, y con la cabeza llena de dudas y de datos.

Pero no decae la fiesta. Las risas  muy juntas a veces, y mas distantes a ratos, se oyen hasta en la autopista que pone un rumor de fondo. 





Hay lugares donde te sale una sonrisa, por algún hecho aislado ocurrido en ese sitio en concreto, que no vale la pena contar aquí, pero que allí aportó anécdota y risa.

Y como todo lo que empieza tiene un final, nos encontramos en el último largo de la arista, acompañados del vuelo de los buitres, que pasan siseando por debajo, y es el largo más bonito, dentro de esta dificultad, y que nos deja en la cima con un excelente sabor de boca.






Buscar la bajada y también disfrutar de ella, es acabar muy bien una vía. 

Gracias chavales, Andrés y Manolo por esa mañanita tan rica, y la cerveza que nos tomamos al final.

Hasta la próxima.


















Aranbeltz. 6a (V/A0 ) 175 m. Ziordia.




 



El día esta bueno. 
La temperatura, para estar a principios de noviembre, es muy agradable.
Vamos tres amigos a esta zona de escalada, y somos primerizos aquí. 
Si que hemos escalado en Egino, la escuela vecina, y al parecer aquí las vías son del mismo corte. Como dice el colega, campas con boles. 
La vía está "semi equipada", así que como pinta en la reseña un par de pasos de 6a, nos hacemos con un arsenal de seguros flotantes.
Está entretenida, esquivando zarzas, algún arbusto, algo de piedra suelta, y discurre por roca entre jardines. Algún clavo y sobre todo cordinos, tampoco muchos, van esquivando las partes más selváticas indicándonos como ganar la salida.
La roca se deja proteger a placer. 
Igual demasiado placer.
Como la excusa era juntarse, no importó donde hacíamos tiempo hasta la hora de comer, y nos subimos a ella.
Sinceramente, no me gustó nada. 
Le faltó continuidad, le sobró jungla, le faltó emoción, le sobró gravera. 
Eso si, nos divertimos.
Incluso hicimos un largo con dos primeros a la vez. 
Por darle chicha.




Ha sido una  excusa para conocer esta zona. Dicen que hay muy buenas vías aquí al lado. Habrá que volver a investigar. 
Cerca de casa y con buena orientación. 
Y con bar cerca.









































Pitón Von Martín. 300 m. V/V+ (un paso). Pico Palas. Pirineos.


 El Palas por el pitón Von Martín, es una de esas aventuras que te apetece mucho, pero que con el paso de los años te va dando pereza, hasta que un día lo sueltas en medio de unas cervezas, y como un mosquito que te pica, no puedes dejar de rascarte, y esa pereza al segundo trago desaparece y te lían. 

O te lías.


El primer intento, se frustró por la cantidad y mala calidad de la nieve con la que nos peleamos. La distancia desde La Sarra, el peso a la espalda añadido al de los michelines, salir de noche después de trabajar, mal dormir unas horas sobre un ginebro,.. Varios factores mas, dejaron que nos acercáramos a verlo, y una vez quitado el papel a la piruleta, esta nos fuera arrebatada de los labios cuando solamente habíamos empezado a abrir la boca.

El regusto se quedó ahí. 

- ¡No se va a mover!, ¡Volveremos!, ¡Quédate con nuestras caras!-

Y llegó el día.

La misma cordada.

Las mismas ganas.

La misma motivación.

El mismo objetivo.



Con las últimas luces, por eso de evitar la canícula, arrancamos desde la cabaña de Soques en Portalet, camino del refugio de Arremoulit, a sabiendas de que esta en obras. Cargamos las mochilas como para aguantar toda una vida, comida, hornillos, piolet, crampones, sacos, esterillas, ropa, cuerdas, friends, cintas, mosquetones....y sudamos y sudamos camino arriba, durante tres horas que es lo que nos cuesta llegar al ibón/presa/refugio. Organizamos el vivac, y mañana será otro día.



No con la primera luz pero si con la segunda, y con las energías rebosantes recorremos el tramo que nos queda hasta situarnos enfrente del corredor que nos aúpe hasta el colladín donde vamos a comenzar a leer la reseña para intentar no perdernos en ese montón de roca, y desde ese momento comenzamos a intuir. Una cordada de tres amigos en medio de un paraje desconocido, con unas dimensiones enormes. Tan solo acertamos a descubrir un poco más de un largo de cuerda, por donde suponemos que va a ir la ruta.


Paso a paso, largo a largo descubrimos el camino. Descubrimos la roca en las yemas de los dedos y estas disfrutan de ese tacto. Los pasos no son difíciles, pero apenas hay referencias de por donde puede ser el camino. Si descubrimos un pitón lo celebramos con una fiesta, si colocamos bien un friend, nos sentimos mejor.

Miramos abajo y los ibones se alejan. Las vistas al frente siguen siendo un mar de roca, a los lados el paisaje crece y sobre nosotros el azul manda.





El temido diedro peleón bien protegido no da tanta guerra. El gendarme esconde sus presas, no le encuentras pies y solventas con un paso de hombros. Parece que las dificultades quedan atrás, pero lo más difícil llega ahora.

Resuelto el octavo largo, cuando ya solamente queda un tramo de cresta hasta llegar a la cima del Palas, cuando casi todo está a nuestro favor, el eslabón más débil de la cadena es el que la hace más fuerte. Darse la vuelta no era una opción. 

Ahora si.

Lo que queda de subida puede hacerse imposible para un cuerpo fatigado. La bajada puede llegar a ser muy dura. El buen hacer dice que este es el momento de bajarse. Para que tentar a la suerte si lo difícil, lo bonito ya está echo.

 La cima es solo la guinda del pastel. 

No importa la foto. 

Importa la cordada.

Rápeles con cuidado, con mucho tiento nos dejan en el suelo. Saludos y abrazos con los amigos que han subido el Palas por otro camino, y ahora coincidimos abajo. Vuelta a ese espolón rocoso que tanto placer nos ha dado, y poner las botas rumbo al vivac. Recoger el material que no nos habíamos subido, y refugiarnos de la tormenta enorme tormenta que nos pilla en medio de la noche.

En el Pirineo, nada es fácil, nada está cerca, nada tiene el grado que parece. 

Dijo Rebuffat, que; "la cordada es amistad"






















Los III también existen. 270m. V. Peña Rueba.

 


Las ganas de aprender los secretos de la escalada son muy grandes. Ellas, dos adolescentes con ganas de aprender, tienen hambre de roca. Les atrapa la idea de poner metros bajo sus pies, y no se asustan ante la idea. Al mirar la roca, los ojos se les van, y un cierto nerviosismo se les nota en la mirada. Aunque son muy jóvenes, la amistad que tenemos se remonta a varios años atrás, cuando les intentaba enseñar a subirse por un plafón con unas cuantas presas de colores. Desde aquel entonces no han dejado de escalar, unas temporadas más y otras menos, pero demandan de vez en cuando el contacto con la roca.



Tras un corto e intenso cursillo la tarde de antes, de como asegurar a su compañera cuando escalen de primeras de cuerda y de segundas de cuerda, de sentirse seguras en las reuniones cada vez más lejos del suelo, de como llegar al final de la escalada y de volver a la paz del suelo...

Han devorado los conceptos, los nudos, las técnicas más simples, las que no dan lugar a errores, para mañana navegar en su primera vía de largos. Estudian la reseña, aprenden a leerla, a saber buscar el itinerario.





La noche, con la digestión de conceptos, ha sido larga. Llega el momento de enfrentarse a lo tan deseado.

 Un sueño está a punto de cumplirse.

Siempre bajo la mirada atenta y vigilante de que todo transcurra con la normalidad con la que tiene que transcurrir, anudan sus cuerdas, enganchan las cintas, comprueban los aparatos aseguradores, se miran entre ellas, y me miran con esa mirada de nervios que les hace sonreír. Noto como dentro de sus cabezas, hay algo que gira a una velocidad endiablada que las mantiene despiertas y centradas ante lo que tienen por delante. Una pared a veces tiesa, a veces más tiesa a la que miran con respeto. 

No con miedo. 

Con respeto. 


Comienzan un viaje como siempre habían soñado, como nunca antes habían hecho, y van resolviendo cada paso como muchas veces habían superado. Con tranquilidad, y a la vez con el nerviosismo de conseguir algo tan anhelado. No se les borra la sonrisa de la cara. A ninguna de las dos. Siguen trepando por una vía fácil, descartando el estrés de la escalada. Lo que importa de verdad es la técnica, la seguridad. Resuelven cada una su reunión, como si lo hubieran hecho muchísimas veces, traen a su compañera de cuerda y vuelven a asegurarse mientras siguen subiendo. Es un viaje a la felicidad.

Un viaje vertical a la felicidad.




Hasta llegar a la mitad del viaje. Por fin acaban las dificultades verticales, y casi no cabemos los tres en esta pequeña cima de lo enormes que se sienten. Que felicidad ahora ya sin tener que vencer a la fuerza de la gravedad que les ha acompañado en esta mitad del viaje. Ahora es cuando las risas estallan en el eco de estas paredes, y se sienten atómicas ante su hazaña. Sus primeros 270 m de camino vertical que creo que nunca olvidaran. 

La mitad del recorrido está hecha. El descenso tampoco es fácil, pero flotar de satisfacción les va a ayudar a bajar. 

Lo sé. 

Estoy flotando con ellas.


















PEÑAS DEL PRADO. El Incidente Pi. 225 metros, V+/6a

 



Ni tan siquiera sabía que existía. 

Los colegas van a ir, así que me apunto. Debe ser una vía que han abierto hace poco, o eso es lo que creo. Como dos cordadas en la misma vía es un coñazo, dos que escalan un güebo se van a "Cirrosis", y Luiso y yo que soy el que menos escala, iremos al "Incidente pi."

La vía me motiva. Está limpia. No hay chapas. No hay reuniones montadas, así que habrá que currar.

El primer largo, es un cuarto. Una placa tumbada, con unos canalizos, bastantes agujeros, pero que no se nos olvide que es escalada en adherencia, lo que le pone un poco de picante más.

Paro donde indica la reseña, y espero a mi compañero. Los dos primeros largos los haré yo, Luiso los dos siguientes, y yo terminaré la vía. 

"Los largos duros pal mákina"

Cambiamos puntas de cuerdas, y sigo. Es un IV+, pero ya vertical.

55 metros de puro placer de escalar, gestionando los seguros, buscando el camino vertical, aprovechando las fisuras, los agujeros y la caliza rota para proteger los pasos, y siempre contando que no puedes gastar todos los seguros antes de llegar a la reunión. Allá no sabes que te va a hacer falta.

Una roca enorme, grande como un escalador espera el momento en el que pongo mis manos sobre ella y le hago presión para subir, y ella se va para abajo, y la vida pasa de repente por mi cabeza. y, y, y... El susto se queda en el cuerpo, y la roca decide quedarse un metro más abajo de donde estaba. Quizá esta mas cómoda aquí y no le gustaba su anterior emplazamiento... el sudor fluye por todos los poros, a una velocidad endiablada. Cuando cesan los temblores, sigo escalando.






La escalada no es difícil, pero si psíquica.

Para el paquete esto es escalar, y aunque sea un grado bajo, exige una gran dosis de concentración.

 Por fin encuentro tres clavos roñosos, y me fío de ellos a muerte.

Es el turno de Luiso. Un largo de V+ y otro de 6a.

Mira y remira los pasos, mira y remira las fisuras, busca en su arnés, y mete el material necesario en cada momento.

Esto no es cazar chapas por la pared. esto es auto asegurarse de que metes la pieza correcta y que esta va a funcionar en caso de caída. La roca también aporta, ya que tiene un agarre espectacular.







El paso duro de la vía lo resuelve con mucha paciencia, abrazado a la roca, jugando con el equilibrio, metiéndole goma a la roca, para que el pie quede donde tiene que ir.

Y después, asegurar al compañero con tres micros. Confianza en el hermano de cuerda. Nunca te va a dejar caer.

La salida es casi andando, III le dan. Recorrer la arista hacia el collado y enfilar la bajada.

Una bonita vía, no muy dura, a excepción del paso, donde hay que escalar y gestionar. Muy recomendable.