Txurregi (1128m.)





 - ¿Cuánto tiempo hace que no salimos juntos al monte?

- Ni sé..... He perdido la cuenta....Muchos, muchos años...

Las taras del pasado han conseguido que las superemos al hacernos viejos, y que podamos disfrutar de nuestra mutua compañía llegado este momento.

- ¿Txurregi?

- ¿Por que no?.... tu no lo tienes hecho, y yo lo he subido cincuenta mil veces....

- Desde Ekai..... una nueva ruta para los dos.

- La previsión da agua en un 40% hacia medio día...

- ¡Vamos!




Aunque el cielo está gris plomizo, arrancamos con ganas por la senda marcada. Las rodadas de tractor afean el recorrido obligándonos a hacer funambulismos para no caer al barro. La cuesta no es pesada, y en animada charla vamos subiendo... Tenemos tanto que contarnos...
La llegada al collado que separa Gaztelu de Txurregi, nos recibe con viento, como no podía ser de otra manera. Nada que no hayamos sentido antes. Y Gaztelu nos invita a meternos en sus laderas.




Lo dejamos para más tarde, cuando bajemos de uno con la inercia subiremos el otro. Y encaramos la última cuesta, la que pica un poco.
Es aproximadamente cuando nos queda un cuarto de esta, cuando las primeras gotas de agua comienzan a romper en las mochilas. Las miradas se encuentran mientras llueve con ganas y sigue arreciando. No hace falta hablar, el camino ahora es hacia abajo. Volvemos las botas, y con cuidado de no patinar, descendemos mientras la torrencial lluvia nos va calando. Hasta que... de repente para. Ya no llueve. De nuevo las miradas se vuelven a juntar, y retomamos la subida.
- ¡Que frikis que somos...!
Se rehace el camino perdido, y se llega al paso que da acceso a la cima casi plana. Casi se hiela la vista. Una nueva tormenta viene hacia donde estamos, pero parece que aún tardará un rato en llegar. Seguimos hacia el buzón.

El cielo está partido en dos, y parece que por esa rendija que queda en el medio se cuela un huracán.
Nos empuja hacia la arista, parece que para querer tirarnos por el otro lado. Viene corriendo por toda la ladera, y nos arrastra hacia arriba. Descendemos algunos metros para poder andar mas tranquilos, y nos vuelve a elevar. No sabemos de velocidades, pero este aire debe correr a muchos kilómetros por hora. No llegamos al buzón. Lo tenemos al alcance de la mano, pero tememos que si nos acercamos más, hagamos un vuelo hasta el punto de partida. Tal es la fuerza del viento. Dejándolo para otro día, estamos seguros que no se va a mover, desandamos el camino y nos vamos para abajo por nuestros propios medios.



Y de nuevo comienza a llover. Con más fuerza que antes. Acompañado de un fuerte granizo, que golpea las capuchas ya húmedas de antes, y las vuelve a empapar. Un rayo golpea el suelo apenas a doscientos metros de donde estamos y seguido el trueno que nos confirma que estamos en el medio de esta tormenta. Apuramos un poco más el paso, por lo menos hasta llegar a los árboles, donde se supone que estaremos un poco más protegidos de los rayos, y desandamos el mismo camino que hicimos a la subida. Por fin el sendero queda atrás, y vuelve a parar de llover. El camino castigado por las ruedas nos confirma que vamos bien y el funambulismo se deja querer.
Pero todavía nos va a caer otra vez el final del diluvio. Ahora abrimos los paraguas como para decir que ya no nos importa que llueva, pero que vamos preparados. Calados hasta los calzoncillos, terminamos nuestra vuelta, empapados pero contentos. Las risas no han faltado en ningún momento, aunque ha habido algún rato de estrés, pero eso ya ha quedado atrás.
Vamos a comer, y a festejar con una cerveza, que hace aproximadamente treinta años que no salíamos juntos al monte.




































No hay comentarios:

Publicar un comentario