Desde el refugio de Lizara, arranca un camino, que a su vez se divide en dos....que a su vez se dividen....y recorremos el menos frecuentado, el que no va a la romería... Al Bisaurín, ya lo hemos colocado bajo nuestras botas, en varias ocasiones, por diversos itinerarios, y no queremos hacer siempre los mismos montes, por los mismos caminos.
El valle de los sarrios, ahora sin nieve, es un espectáculo distinto al de la última vez. Hoy no hay nieve ni hielo, ni sarrios esqueléticos, después de haber sido visitados por los buitres.
Hoy derrocha luz... verde... agua...
El murmullo del riachuelo queda atrás, y los pasos se elevan despacio, disfrutando de esta luz que nos llena los ojos, de este paisaje, de esta brisa...
Los neveros, cabezones al verano, se quedan para esperar las primeras nieves que lleguen. Lloran por que estas tardan, y si tardan mucho mas, llorarán hasta morir de esperar.
Un collado, da paso a otro collado, y por fin, la nube nos envuelve. Nos roba los colores, el paisaje, el azul y el verde, las rocas, los horizontes.
.Hasta que llega ese momento mágico, en el que no es posible ascender mas, que los pasos se curvan hacia abajo, y en ese momento delicioso, la nube abre sus alas, y nos deja ver mas allá..tierra roja, roca gris y marrón, hierba verde, y cielo azul. Es caprichosa. nos da vista y ceguera en un momento, y así juega con nuestras retinas, hasta que decidimos abandonar las alturas, y buscar refugio en cotas mas amables. Cerrando un circulo, volvemos al ancho camino que nos lleva al principio, donde nos juntamos con otras gentes, que también vienen de arriba...de la romería.
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