A Candanchú, no se va solamente a esquiar. En la zona de Rioseta, donde los militares nos abandonaron unas instalaciones, para que la hierba y las matas campen a sus anchas, nace un camino, que en quince minutos, nos deja debajo de la pared, donde hay una ruta, cosida a parabolts.
Seguramente sea una escalada preciosa, en un día precioso, confiando en la soledad que dan estas aventuras.
Pues no.
No todo fue precioso. Delante nuestra va una cordada, que en el primer IV, ya tiene que tirar de A0. Se me ponen los pelos de punta, y decido que tengo todo el día, que no tengo prisa, y voy a intentar disfrutarla.
El sol, va calentando mi cuerpo, la roca, la alegría. En el sorteo de cordadas, me tocó Zuri. No había escalado nunca con ella, así, solos a través de una cuerda...
Pasamos fáciles los primeros largos.
Placa de adherencia tumbada.Casi puedes pasear sin poner las manos.
Luego la cosa, se pone tiesa.......
Un paso en un techito, donde parece que agarras hojaldre. .
Cuando la presa a la que te agarras, se hace arena entre los dedos...esa arena, transmite miedo.
Es como querer coger papel del baño, con las manos mojadas.
Acerando a muerte, como un campeón, es una opción de pasar.
Hilar fino para conservar a tu compañero, es fundamental.
Después, viene el tramo mas duro, pero preparado.
Pasando la cuerda por arriba, de chapa a chapa tienes el placer de la escalada, arriesgando lo mínimo. El paisaje ha empequeñecido bajo nuestra mirada. El descenso nos lo marcan dispersos puntos azules, diseminados a lo largo de un gran canchal, hasta llegar a la seguridad del suelo. Lo he pasado peor en esta bajada que en toda la subida.
Las zapatillas resbalan entre las piedras y la hierba, pero ya estamos abajo. Juntas ya las dos cordadas, el homenaje que nos regalamos, es de los que dejan muy buen sabor de boca. Además fue bastante barato.
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