Si nos fiásemos de los pronosticos del tiempo, es seguro, que no haríamos montaña. Las ánsias nos pueden, las más de las veces, y probamos suerte. A Pamplona, la han apodado Mordor..... por que será. Antes de la mitad del camino, nos despedimos de las nubes y la lluvia, y saludamos con algarabía, a un sol, todavía naciente y tímido, con un cielo azul, y despejado.
Llegamos a destino, a Hoz de Jaca, y continuamos por el camino , hasta casi tocar las pistas de esqui, hoy vacias... por suerte. Algún nevero queda al comenzar a andar, y paso a paso, la nieve vuelve a ser la protagonista. En algún tramo dura, en otros blanda, el pasillo que nos brinda, es blanco...y suavemente se va inclinando.
Seguimos la huella, o la hacemos nueva, no importa, este es el camino que queremos recorrer el día de hoy.
La entrada al corredor Panticosa Ice, queda a nuestra izquierda, y al meternos en el tubo debajo de la pala de la "normal ", no puedo evitar que se me erizen los pelos del cogote. No hace muchos años, apenas tres creo, una avalancha en este mismo lugar, se llevó por delante la vida de un montañero. Yo estaba entonces, saliendo del corredor, y no puedo evitar, recordar la visión que me produjo, ver las labores de rescate. Nos sacaron en helicóptero. Para no entorpecer. Con estas salsas cociendo en mi cabeza, los pasos dados, no los he sentido. Ya me encuentro a mitad de la pala, y mis pulmones, piden clemencia. Al levantar la vista, la arista cimera, nos espera paciente. Unos mas rápidos, otros más ansiosos, esperamos protegidos del viento tras unas piedras, a que el grupo se compacte. Todos juntos, subimos los últimos metros, y nos abrazamos al poner las botas en lo mas alto. En ese momento, es la montaña mas bonita del planeta, somos los mejores alpinistas del mundo. No es para menos. Alguien, nunca antes se habia enfrentado a una nieve con tanta inclinación. Algunas piernas temblaban a la subida, y a la bajada. A punto estuvo alguna cabeza, de negarse a bajar, a intentarlo arrastras...El compromiso nos superaba. Despacio, asegurando cada crampón en la nieve dura, paso a paso, ganamos la inclinación amable, y del rictus concentrado, damos paso a la sonrisa abierta.
Ahora llega el momento de correr hacia abajo, como los niños, con la misma alegria.
Ni el Everest en triciclo, habria sido tan espectacular.
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