De vuelta de un viaje al centro de la península, esa silueta a lo lejos, siempre gusta disfrutarla, y como esta vez, llevamos tiempo de sobra, decidimos parar y subir.
¿ 10 ? ¿ 20 ? ¿ 30 ?..... que se yo la de veces que las botas las hemos puesto encima, y es una subida agradecida, no excesivamente potente, no muy larga, y con unas vistas, que enamoran.
Ahí en medio de todo , invitador.... ¿ A que no subes?
Ayer aceptamos el reto, y nos quedamos a dormir por los alrededores. Por supuesto huyendo del contacto social.
Como el viaje nos deja algo tocados, nos dormimos con las gallinas. Nos despertamos con el gallo y calzamos por fin las botas.
Saliendo del santuario/albergue/bar, es una subida sencilla y por un camino bien marcado. Hoy además el goteo de gente ascendiendo, es continuo. Cada uno a su bola. Se guardan las distancias, y todos nos apartamos cuando viene alguien en plan cohete, o sin más, que tus pasos son más rápidos al caminar.
La sombra fresca del bosque se agradece en los primeros pasos, cuando comienzas a desperezar los músculos y demás entresijos de las piernas.
El contacto social del que ayer huimos, está en algún lugar detrás de nosotros, no lo vemos, pero lo oímos. Son las típicas personas que para expandir sus pulmones, parece que se ha tragado un altavoz. Con su amplificador incluido.
A estas horas del día, la pequeña romería que vamos en un tramo de unos 300 m. de camino, ya sabemos que viene detrás, subiendo veloz, y arreando a la familia. Quizás se quede sin sitio en la cima, en la ancha cima, así que nos va cantando sus pasos, sus penurias y sus miserias. Con diversas paradas para echar un traguito de agua, conseguimos que se eleven hacia las alturas, y de esa manera, se oyen menos los voceos.... Jadeantes , al lado del camino, se van quedando algunos, otros siguen a su ritmo, y es difícil alcanzarlos... todos con una meta común, subir para después bajar.
El paisaje, se hace enorme. Ya todo queda por debajo. La cima, hoy realmente no importa que esté llena, o casi llena, por que es enorme, podemos mantenernos si queremos, al margen de toda la gente, y sí, queremos mantenernos al margen. Quizás nos hemos vuelto raros con la movida del bicho, pero tenemos muy claro que tanto tiempo sin poder disfrutar de esto, no lo queremos volver a vivir.
Así que una cuadrilla de gente, que ha llegado mas o menos a la par, quiere la foto de cima. Jóse, nos hace las fotos de cima, y nosotros se las hacemos a ellos. Nos las mandamos por guasap, y el contacto ha sido telefónico, ese no hace falta bañarlo en geles hidroalcohólicos ni enfundarlos en guantes, el contacto ha sido limpio. Ellos seguirán haciendo su vida después de este momento, y nosotros seguiremos haciendo la nuestra.
Enfilamos las botas de nuevo al inicio. Flora nos sirve una cerveza bien fría. Reponemos fuerzas y de vuelta a la normalidad. Coches y más coches, intentan hacerse un hueco en el aparcamiento, y es el forestal, al que le toca hacer de gorrilla. Vamos a terminar la vuelta a casa. Con el frescor de esa cerveza, con el placer de haber aceptado el desafío, y con la consciencia de haber hecho bien las cosas.
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