DIEDRO VERAL.100m. AGUJA DEL ITALIANO. ANSÓ

 


Hacía días, muchos días que no escalaba con Asier. Tenía ganas, y por lo visto, el también, ya que casi sin acabar de decirle lo que quería, contestó que si.

Ansó. Vías recias. 

Hace un tiempo, escalé, bueno, quise escalar una vía por allí, y la lluvia nos mandó al bar.

Hoy no. Aunque es corta, tiene muchísimo ambiente. Algún bolt en el recorrido, para quitar un poco de tensión, y el resto, háztelo tu mismo.

Dormimos fuera del parque, por eso de las multas y tal, y madrugamos un poco, para estar a pie de vía, ni muy pronto ni muy tarde. A buena hora.

Cruzamos el rio, y aunque el camino de acceso está marcado, el echo de que no venga mucha gente, le da un carácter salvaje.

No es fácil la subida de aproximación. Si está mojado el musgo, ¡cuidado!

Por fin la vemos. Un pirulo super chulo.

Vestidos para el baile, me toca el primer largo. Siempre me tocan los fáciles, ¡que suerte tengo!






El cuarto, ¡bah sin mas! pero el V+ me hace pensar. 

El pensamiento más fácil es:

- ¡Agárrate a la cinta, y tira de ella..! -

No. 

No quiero. 

Quiero escalar, y si me caigo, procuraré no hacerme daño. 

- ¡Pero no hay boles!

Póntelos tu mismo. Tienes fisuras para dar y regalar, tiras el taco de Friends, y estos entran solos. Colócate los seguros donde te haga falta, y escala tranquilo.

Mi cabeza se ha ordenado con mis palabras, y cada cosa ha quedado en su sitio. El miedo guardado en su cajón, y el disfrute con las puertas abiertas de par en par. 

Que delicia agarrar esta roca. Que adherencia, que tacto.




Al grito de reunión, Asier termina de vestirse, y sale tras mis pasos. Mientras le aseguro, disfruto viendo como escala. Apenas nada ha tardado en llegar hasta la reunión. Mira hacia arriba, y se relame.




Se ve un bolt no muy lejos, una buena fisura y un buen diedro por el que subir.

Se carga de cacharritos, y comienza. Despacio, seguro, el grado se le queda corto, pero hay que protegerse. Si se le fuera un pie y se cayera, aterrizaría encima de mi. Roza su cuerpo contra la roca, para ganar adherencia, se detiene y busca la pieza exacta para que le proteja en caso de caída. Paso a paso, va enhebrando la cuerda entre los mosquetones. El desplome creo que le hace crecerse, y se mete despacio, paso a paso, pero en vertical, hasta llegar a la segunda reunión.







Es mi turno. Me toca soplar y resoplar. Recuerdo mis palabras en el largo anterior, y me digo que sin miedo. Mi hermano de cuerda me asegura desde arriba, no me voy a caer, pero el miedo es irracional, y hasta que no consigo meterlo de nuevo en el cajón, no salgo.  

Sigo sus pasos, y gano metros. Donde el se ha rozado, me rozo yo también. Donde el paraba para meter algo, yo paro para quitarlo. Algunos emplazamientos para los pies, son minúsculos. Pero la roca se deja querer. Algunas ñapas para las manos, son enanas, y amo esta roca que me deja progresar, no sin esfuerzo, pero permite que siga ganando metros.

La cuerda tensa me da confianza, no me sube, pero la ayuda mental es enorme. Hace tiempo que no me muevo en este grado. Hace tiempo que no peleo un largo de esta manera. Una mano, se vuelve a querer agarrar a una cinta. 

Párate, piensa y colócate. Ves, así es más fácil, duro, pero más fácil. Respira, relaja, mira, lee la roca. Averigua los movimientos antes de hacerlos, y llega a la reunión.  Una gran conversación conmigo mismo, en la que la técnica aprendida y aplicada a lo largo del tiempo, ha conseguido que resuelva esta coreografía, y al final solamente me aplaudo yo, y mi compañero que me sonríe.





Una nueva fisura me va a volver a dar que pensar. En una reseña he leído IV+ recio.

IV+, ese grado ya lo domino. Será fácil. Y con mucha cabeza, y llenando los secretos de las grietas con levas, pongo fin a la subida en vertical. Triangulo una buena reunión, donde solo me encuentro un clavo roñoso y una chapa, y sube Asier. 

La pequeña cima nos transporta en el recuerdo a la cima del puro riglero, donde hace más tiempo, hizo realidad  el sueño de subirlo. Lo hicimos juntos. Este también. Lo viejo y lo nuevo.

Queda siempre lo más difícil. La bajada. Buscamos y encontramos unos metros más atrás, en la horquilla, un par de chapas con anillas, que con las cuerdas bien anudadas, enseguida nos baja hasta casi de nuevo el principio. El camino ahora es muy evidente.

Aunque ha sido una escalada corta, ya que solo son cien metros, nos han sabido a jamón, a flan, a bizcocho casero. Ha sido una escalada gozosa, venciendo los miedos, y disfrutando de la compañía, del día y de la roca.















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