Es una pared descomunal, y desde aquí se ve muy vertical. Incluso el comienzo, que "comienza" con un 6a. La suerte está echada, como decía no sé quién. Ayer no se nos atragantó la mirada de Maite, y nos quedamos con hambre. Hambre de roca, que para eso hemos venido. Nos supieron a poco los trescientos treinta metros de ayer. Más grado, más larga, más cansados, las ganas intactas, como si fuera la primera. Tierra de dragones, el nombre se relame entre los labios. Para entrar en situación, la cordada de tres, la misma que ayer, cambia los nombres. Es divertido hacerlo, nos reímos un montón buscándolos.
Dragón de Inkómodo.
Dragón Can.
Dragón Bol.
La festiva propuesta es aceptada con júbilo, y de nuevo sorteamos los largos. Dragón de Inkómodo, se lleva los unos, Dragón Can se lleva los doses, y Dragón bol se lleva los treses. Esto quiere decir que el uno hace los dos primeros, el dos los dos segundos y el tres los dos terceros. El uno los dos cuartos, el dos los dos quintos y el que queda para el tercero.
No me importa subir de paquete. Ayer ya apreté lo que me tocaba, y hoy voy a ir más tranquilo.
No parece el grado de ayer, igual porque hoy estamos más entrenados, mas curtidos en este arte de subirnos por las paredes. Los gritos de ¡ánimo bicho! resuenan contra el enorme frontón, y parece que le dan alas al Dragón de Inkómodo que sube sin más. Los dos dragones restantes, le siguen también sin despeinarse. La temperatura al sol, es la óptima para escalar, aunque luce el sol, no pica. Todavía. Repite el siguiente largo, sin desordenes de cuerdas ni en la reunión ni en el desplegarla a lo largo de la pared. Le volvemos a seguir de igual manera.
Dragón can se enfrenta a un largo de 6a+ y tampoco le hace ascos, progresa con facilidad y eso que decía que solo hacia quintos, para rematar su labor con otro de IV. El otro dragón tiene por delante un III+ y un V+. Sus pies empiezan a pedir piedad. Encerrados en los pies de gato, sufren.
Acaban de pasar la mitad de la vía. Como gozan con la escalada. La tersura de la roca, que se deja acariciar, va haciendo los agarres más pequeños después del siguiente largo de V+. Entran en terreno de 6b y algunas guías le dan hasta 6b+. Sea como sea, Dragón de Inkómodo, se lo pelea valientemente, no sale volando como ayer el vuelo del alimoche, y si tiene que descansar, descansa.
¿Quién dijo que hay que hacerlo sin parar?¿ Los puristas? Ellos no se meten en estas vías. No dan el grado.
La pared desploma inmisericorde, y pasito a pasito, agarre a agarre, va saliendo hacia arriba. El resto de dragones chilla entusiasmado, lo van a tener más fácil. Alguna gota de sudor fluye bajo el casco. Atado a la reunión y esperando al resto, el corazón comienza a apaciguarse, a controlar los latidos y a que la adrenalina vuelva a su estado normal.
¡Largaco que te has currao!
¡Eres una bestia!
¡Muy guapo el largo!
¡Andas fuerte!
¡Lagartija de Inkómodo, más que dragón!
Jabón al fin y al cabo. Mucho jabón para que se sienta más a gusto si se puede. El largo clave ha caído, y él se siente contento. El Dragón Can se pasea ahora por la pared, después del apretón. Tiene dos largos de V+, pero son de disfrute, de escalar más relajada, sin apreturas, volviendo la cabeza y disfrutando de la roca, del paisaje, de la suave brisa que corre, de la soledad del largo, de la compañía de la reunión. Ofrece el siguiente largo al otro dragón, pero este tiene los pies tan destrozados, que lo agradece, pero lo rechaza. Apenas puede apoyar los pies en el suelo. Busca las piedras más planas para apoyar, y parece como si anduviese sobre muñones. Un largo de IV es lo que le resta de las zapatillas, y del descanso. Un abrazo al final, en la cima, con el objetivo cumplido.
Ya no asustan las vías donde pone 6b. Han sido capaces de pasar sin marranear, con calma, escalando tranquilos. Quizás no saben ni ellos mismos a que se pueden enfrentar. Se van acabando los miedos, no los respetos, e inician el descenso hacia los rápeles siguiendo los puntos verdes, con una gran sonrisa en sus caras.
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