A la sombra del más grande, pero no por eso el más pequeño.
Un día hace unos años, nada más terminar el último rapel, coincidí con "Cintero", y nos liamos en una conversación que me dejó muy buen sabor. Este hombre menudo es uno de los aperturistas, allá por el 53 del siglo pasado.....casi nada.
Esta es la cuarta vez que me encaramo por sus piedras, y aunque a muchas ya las conozco, es un trato amable el que tienen conmigo. Jesús le tenía ganas hace tiempo, y como a mi es una escalada que me mola y no me importa repetir, pues eso.
La cuarta.
Solamente pongo una condición. Con quien yo la repita, esta persona se tiene que encargar de subir a otra.
Entramos por la directa, que ya se ha hecho normal, desde esa medio cueva que parece que ha resistido muchas noches al calor de la hoguera, ya que el color que la caracteriza es negro humo. ¿Será por que al lado esta la colilla, y no se ha terminado de apagar?
Vas siguiendo las marcas de magnesio, pero es que no te deja salirte. Es una especie de diedro/fisura/chimenea, con buenos agarres un poco jabonosos los que te van llevando al cielo. En un momento, entre tus piernas ves a tu compañero pendiente de tus movimientos, pero como a unos diez metros de la pared, y es que desploma elegantemente, sin apenas darte cuenta.
Conseguida la primera reunión, las ganas le pueden y con esa seguridad que te da la cuerda por encima de tu cabeza, arranca del suelo, y para cuando llegas a verle la cara, te das cuenta de que está muy concentrado en lo que hace. Hoy va a romper un mito. El mito de que no le gusta escalar en Riglos, ya que la roca es muy rara.
Ya caliente, el segundo largo es una transición casi. Es otro largo casi igual al anterior, desde el que llegamos al cable que nos asegura el aéreo recorrido hasta la entrada de la cueva. Le engaño y le digo que el cable es otro largo, y así le toca apretar en la salida de la cueva antes de entrar en el angosto pasillo de la chimenea, donde de una tirada llego hasta el bloque empotrado donde se tiene una de las mejores vistas, para mi, del pueblo de Riglos, y del enorme horizonte que se extiende delante de mis ojos, y por el otro lado, al que le hemos estado dando la espalda, el Fire.
Desde el bloque empotrado, ya salimos al vacío. Al puro y duro Puro. La torre que desgajada del Pisón, aquí tiene nombre propio. Son tres largos con el aire a los lados. Aquí no estamos protegidos por paredes como hasta ahora. Pancitas que ponen a prueba tus habilidades, sin ser muy difíciles con el grado que da el compromiso. Piedras que se separan del resto e inician un viaje largo en busca de la sombra de las matas a los lados del camino. Y por fin el grito, el alarido de triunfo.
Solventado el "paso" más difícil de toda la vía, en el que un cordino ayuda, es el Fire el que aparece para rellenar el paisaje. Ya no se puede subir más arriba. Los dos compañeros unidos por una cuerda estamos arriba, con las sonrisas escapando de la cara, y un abrazo interminable.
Se disfruta un rato de la altura, la soledad, la compañía, el viento, el sol, las vistas, el vacío alrededor, y es en este momento, cuando viene el golpe de humildad al pensar como subieron los aperturistas, y el valor y las ganas que le pusieron, y la noche maravillosa que debieron pasar aquí arriba.
Pero ya sabemos que las cosas no terminan en la mitad, y es ahora la otra mitad la que nos falta.
Siguiendo el cable de la cima, bajamos apenas un par de metros hasta el inicio del rapel que nos dejará en la chimenea. Vamos a descender toda la torre en un solo vuelo controlado. Desde aquí continuaremos deslizándonos hasta debajo de la cueva, y siguiendo de nuevo por el cable, rapelaremos a la segunda reunión.
Desde aquí, ya llegaremos al suelo, y podremos ver donde estábamos hace apenas un rato, con la enorme satisfacción de haber escalado en uno, para mi, mas bonitos de todo el reino de los Mallos.
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