Shaltar Peak. 5982 m. Gilgit Baltistán. Hunza. Pakistán.

 


Esto es lo que buscamos.



Esto lo que nos encontramos.


Lo vimos desde la entrada al pueblo de Hopar, en el valle de Nagar. Solitario en medio de los grandes, rodeado por lenguas glaciares, nos sorprendió. Nos dejó con la boca abierta. Estoy seguro que a ninguno de los cinco participantes en la expedición le dejó indiferente. Un pico más. Una montaña más. 

Siempre nos pasa lo mismo. Nos gusta el alpinismo de exploración. La cara B, es que nunca hay información ni de rutas, ni de senderos, ni de ascensiones posteriores a la apertura, y de esta, cuatro líneas de hace más de cuarenta años. Ni los guías locales saben con seguridad donde van. 

- ¡ Esta por allí .. !



Vamos bien aclimatados, somos capaces de subir a un pico de cinco mil cien, en prácticamente tres días. Estamos fuertes, motivados, con ganas, y esperanzados de poder conseguir pisar su cima. Lo estudiamos con cuidado, pero hay una zona que solamente se podrá ver al estar en ella. 

Una gastroenteritis deja fuera de combate a un integrante del grupo, y lo manda para el pueblo. Los cuatro restantes, le echan muchas ganas y son capaces de montar un campo base. El campo base más estrecho del mundo.




Es aquí, en este lugar, rodeados de enormes montañas que con sus siete y ocho mil y pico metros son capaces de rasgar los cielos, donde los "pequeñitos" se mueren de envidia e intentan copiar a los grandes teniendo mal tiempo a su alrededor. No está bonito el día que mucho antes de que la noche deje ver por donde caminan, se aventuran a buscarle un camino que les transporte hasta lo más agudo del pico. La escombrera por la que transitan no es lo más agradable para robarle metros a la altura, alumbrados con el pequeño círculo de luz, pero las ganas disipan el sudor que corre por sus frentes y un paso adelante y dos patinando para abajo, termina por decirles que ese corredor no es el que buscan, y que se tendrán que enredar en alguna travesía para llegar a donde de verdad quieren ir.

 Otro integrante del grupo, pincha. No se siente preparado, o prefiere vigilar los pasos de los compañeros.


Buscar y buscar, subir y bajar, rodear y atravesar no son problemas. Quedan muchas horas de luz desde el momento que comienzan a pintarse las montañas por allí por el horizonte. La nieve que ahora pisan, parece querer tragárselos para que por siempre permanezcan en su altura. Una grieta se come literalmente a uno de ellos y escapa por poco de sus fauces. El paso que previamente han estudiado desde abajo, no les da pie. Dice que por ahí no. Que se busquen la vida. La arista que les llevará a la arista cimera dice que lo intenten, pero guarda muchos ases en la manga, y les putea y les fastidia. De nuevo nieve blanda.

 - ¡Para que vayáis ligeros! - les dice y deja que se hundan en ella. - ¡Y si no habeis tenido bastante, subiros esta rampa de hielo! -

Les hace hacer y deshacer hasta que se dan cuenta que van de cabeza a una ruleta rusa, donde lo más fácil es perder la cabeza. Con mucho pesar, deciden dar la vuelta sobre sus pasos y dejar por esta vez la montaña como está.





Siempre quedará la posibilidad de volver, y si siguen intentándolo ahora , no habrá tal posibilidad. Es casi seguro. La sensatez manda y la bajada no está exenta de precaución. Lo difícil no es subir. Lo difícil no es bajar. Lo difícil es saber cuando renunciar, y han sabido dar con el momento correcto.

Adiós Shaltar. Adiós Pakistán. Adiós amigos. Es tan grande el mundo, y tan corto el tiempo.

Quién sabe donde volverán a llevarles los pasos.  Dicen que volver todos, volver amigos y volver con la cima, en ese orden, es que han salido las cosas bien. Vuelven todos, vuelven amigos, y tuvieron su cima.







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