Había estado pajareando por Etxauri y Peña Rueba y me dieron ganas de andar. Que va. Es mentira. Ya tenía la cita concertada con un par de buenos montañeros. A uno de ellos lo llamaron montañero de bien....
Y como siempre me ha gustado rodearme de buena gente de monte pues tira pa´lante.
Salimos de Casa de Piedra, el refugio del Balneario de Panticosa, antes, mucho antes de que pudiésemos vernos los pies. Tan solo los circulitos de luz que salen de nuestros frontales, nos adivinan el camino.
Estamos frescos, el sueño ha sido corto pero intenso, y a buen paso vamos ganando vueltas y revueltas siguiendo el GR. Poco antes de la cuesta del fraile, ¿bendita? cuesta, las luces del amanecer hacen que el frontal sudado, pase al saco de la mochila. Un trago de agua, y adelante camino.
Bajan suponemos que montañeros desde el refugio de Bachimaña, suponemos que ayer habrían estado por las alturas desde este punto, o quizás son de ese otro tipo de montañeros a los que les gusta pasar el fin de semana en un refuhotel. Y el domingo vuelta para casa. Después del refuhotel, ya no nos juntamos con nadie de frente. Las huellas, por miles, marcan la senda en la nieve dura, a esas horas de la mañana. El frío muerde cuando desabrigas alguna parte del cuerpo, pero ya hace mucho rato que vamos calientes.
La luz del día nos aporta grandes vistas, dentro de las murallas que tenemos a ambos lados. Los ibones azules tornan lentamente a blanco con el hielo azul de sus aguas. Alguno hasta se ha atrevido a poner sus huellas sobre la frágil capa. ¡Dementes!
La lujuria de caminar nos sigue aproximando al final, a pesar del viento helado, del calor corporal y de la intensa luz que nos invade desde arriba y desde abajo.
Al llegar al collado, el fuerte viento ralentiza nuestros pasos y la hermosa visión que llena las retinas, casi nos impide seguir adelante. La nieve sin pisar, sin huellas, dura como el mármol se extiende hasta la cima y pienso...
Si ya he estado allí muchas veces y el suelo no es el mejor para pisar, aunque tenga la técnica suficiente para llegar, si no voy ¿me esperará?
Desandamos el camino y disfrutamos del sol, a medida que vamos perdiendo cota el mundo se vuelve más amable. Gente en pantalón corto, y queriendo subir en veinte minutos, cruza nuestros pasos, preguntas descabelladas nos asaltan de los que vienen a los que vamos, y te quedas pensando de nuevo y te dices, ¿a donde van?, si es que ya no son horas, a la sombra la temperatura se cae, y esta gente así vestidos, es que han visto el sol y van a la playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario