VIA COMICCI 190 m. V. GRAN GALAYO. GALAYOS. SIERRA DE GREDOS

 



La noche ha pasado sin sobresaltos, pacífica, sin osos. Un desayuno tranquilo y recordar que el "runner" sigue entre nosotros. Casi somos una familia.  La parejita que ayer escaló el pequeño Galayo. La cordada del escalador Ruso y el Francés. Sara la guarda, y nosotros. El muchacho está animado. El frío de ayer ya parece que ha salido de su cuerpo, gracias al exorcismo de sopa caliente. 

Salimos a ver el recorrido de hoy. Todavía no le da el sol. Esperaremos un rato más. 

Sara avisa que el pájaro está viniendo, y que tengamos cuidado por que suele tirar piedras cuando aterriza, que nos pongamos a buena distancia. La cara del "runner", tan muerto ayer, tan revivido hoy, es de angustia. Quiere salir corriendo.

 - ¡Ya no me duele nada, estoy bien, me bajo corriendo, gracias por todo! -

- ¡No bonito tú, no te vas! Espera por que vienen a recogerte.... -

No sabe como escapar. De repente se acojona ya que han mandado un helicóptero para bajarlo. Piensa , y lo dice, que el rescate le va a salir caro, muy caro. En un nuevo intento por salir corriendo, Sara lo vuelve a detener, y le muestra un punto que va acercándose más arriba del horizonte, y se va haciendo grande por momentos.


Con las aspas casi rozando los muros del refu, aterriza. Saltan dos greims, saludan a la guarda, y uno coge bajo el brazo al perro. El pobre animal, creo que tiene más miedo que su dueño. No intenta escapar. Parece un gran peluche. El "runner" apenas levanta la cabeza. Va como oveja al matadero. Los cuatro, perro, greim, "runner" y greim, entran en el aparato, y se van. La operación rescate ha sido un éxito. 
Cuando el sonido desaparece, cuando solamente se oye el canto del viento, volvemos la mirada hacia el Gran Galayo. Buscamos la línea que queremos ascender, y volvemos a esperar que el sol pinte con sombras el recorrido.
El paseo por la nieve, para llegar a pie de vía, humedece las botas.
Una vía de Emilio Comicci, el italiano que firmó un buen montón de primeras escaladas en Dolomitas,  que vino hasta aquí y abrió esta en Galayos nada menos que en 1935. Y ahora vamos los "escaladores" a pasar miedo en una ruta que ellos la hicieron dándose un cuarto de vuelta más a la boina. No deja de ser un baño de humildad, cuando piensas en los "cacharros" de aquella época para asegurarse a la pared. 





Allí vamos, hacia el cielo azul de este precioso día, por diedros y gradas. Tapizados de líquenes y musgos. Intentando no pisar el nevero suelto que queda en alguna repisa. Es más difícil la orientación que la escalada, pero cuando vas ganando patio, esta se vuelve más psicológica. Turnando la cabecera de cuerda, relevando los largos, unos más fáciles otros más embarcadores, pasando por reuniones precarias que no son tales, si no ansia por llegar arriba equivocando el camino. Buscando los tacos de madera empotrados en las fisuras, quien sabe si dejados por sus aperturistas, que aparte de indicarte el camino, te ahorran tener que meter ese friend que nunca encuentras a la primera. Sorteando pasos más espectaculares que difíciles, se va resolviendo el acertijo de llegar arriba. La cordada bien compenetrada no encuentra problemas para llegar arriba. La última dificultad, esta mojada. Está chorreando agua desde la cumbre, pero es escaqueable por la derecha. Incluso el agujero que puede servir de escapatoria, está taponado por la nieve.
El pico de la Mira, ahora casi nos mira a los ojos. Casi estamos a su altura. Hoy vemos la subida, y la bajada en toda su longitud, y nos seguimos preguntando, por donde se pudo perder el "runner".








Todo tiene un principio y un fin. Estos días, se van acabando. Mañana volvemos a la realidad diaria. Y estos últimos minutos aquí arriba, son de los que dejan el alma en paz, y la llenan de energía para continuar con la ajetreada vida hasta la próxima vez que tengamos la suerte de volver a parajes como estos, duros, ásperos, salvajes, y a la vez tan bonitos, y tan espectaculares. No hay prisa por volver a bajar por una especie de camino de destrepes, casi tan espectacular como la subida, para llegar de nuevo a la paz de la nieve de la canal de bajada. Las chovas cantan tranquilas en el resto de agujas . Desde este lugar, se amontonan unas contra otras, difuminando los relieves, pareciendo un caos enorme de roca puntiaguda. En la puerta del refu, se suceden los visitantes. Alguno se atreve con el empinado camino del Pico de la Mira, y los ves padecer y disfrutar en la paposa nieve. Incluso los oyes resoplar.

Nos reímos de mil chorradas e iniciamos el descenso. Lento descenso, pero seguro descenso. En la puerta del refu, volvemos a preguntar a Sara por el "runner". Lo han llevado hasta su coche, y se supone que habrá partido hacia su casa. Pronto lo seguiremos los demás.















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