Hacía mucho tiempo que la había visto en foto. Incluso alguna vez me acerqué, para poder verla al natural, y no me defraudó. Daba igual que estuviera roca pelada o cubierta de nieve. La oí. Rugía. Daba igual que fuera invierno o verano. Tiene la insana costumbre de sacudirse la piel, y quitarse de encima el hielo y la piedra, pero no por eso resulta temible.
Alimenté un sueño, que duró mucho tiempo, durante el cual preparé mis condiciones, las físicas y las mentales. No fue un aprendizaje fácil. Costó muchas escaladas, más cortas y más fáciles, fue como subir una escalera, peldaño a peldaño, cada día un poco más duro, pero siempre gozando de la actividad. Al final de todo ese trabajo, y con la compañía adecuada, decidí que ya era hora. La estudié, vi sus puntos débiles, me informé, me aprendí los caminos, pregunté, escuché y preparé una estrategia. Sacudí mis miedos, y entre la roca y el hielo, comencé a soñar.
Fue un sueño duro y difícil, pero nunca llegó a ser una pesadilla. La noche y el día se sucedieron sin notarlo, y , al llegar de nuevo la noche, me dí cuenta que el sueño se había hecho realidad. Una pregunta volvió a asaltarme. ¿ Y ahora ? Ahora compartiré mi sueño con todo aquel que lo quiera. Intentaré que otros aprendan. que sean capaces de cerrar los ojos y ver caminos imposibles. Que preparen sus cuerpos y sus mentes. Que sean capaces de luchar por sus ilusiones. Que compartan la vida, con alguien en quien confían, y que les quiera.
Probablemente la escalada más bonita de cuantas recuerdo.
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